A veces, cuando cuento que “Tejedoras de almas” es una saga en la que las mujeres tienen más protagonismo que los hombres, la gente me pone caras extrañas. Cuando escribí la historia, en ningún momento creé mujeres de forma premeditada para que hubiese más que hombres. En ningún momento pensé un personaje masculino y luego decidí transformarlo en mujer. Cuando escribí “Tejedoras de almas” los personajes nacieron siendo lesbianas, gays, bisexuales, heteros, hombres, mujeres, niños, ancianos… Cuando un personaje venía a mi mente, venía con su historia detrás.
Sí es cierto que releyendo el libro fui consciente de que la mayoría de mis personajes eran mujeres, pero no me extrañó. No me extrañó en absoluto porque así es mi vida. Tengo la suerte de estar rodeado de hermanas, primas, madres, tías, amigas, conocidas, profesoras, limpiadoras, panaderas, científicas, jefas, empleadas, deportistas, funcionarias, azafatas, escritoras, doctoras, logopedas, fisioterapeutas, enfermeras, biólogas, ingenieras, camioneras, empresarias y mil profesiones más. Por eso, cuando escribo personajes femeninos, los escribo de todo tipo. Me da igual si son guapas, feas, fuertes o débiles, heteros o lesbianas. Lo que me importa es que tienen historia, que tienen carácter y que su rol es esencial para hacer avanzar la trama de “Tejedoras de almas”.
Me emociona profundamente que el hecho de que haya mujeres y que sean protagonistas en el libro sea un motivo de alegría para muchos. Pero tengo que reconocer que me alegrará mucho más cuando un libro con heroínas no llame la atención, porque eso querrá decir que habremos conseguido mejorar, que no nos parecerá raro que Dunia sea emperatriz, que dos niñas con poderes sean el centro del mundo, que tres asesinas sean temidas o que una ninfa pueda ser tan peligrosa como un elfo. Eso sí me hará feliz, porque querrá decir que estaremos acostumbrados a que una mujer cobre lo mismo que un hombre por hacer el mismo trabajo, que puedan andar solas por la calle sin miedo a ser agredidas, o que puedan denunciar a un maltratador sin miedo a ser asesinadas. Eso querrá decir que una niña podrá vestirse como quiera sin miedo a ser tachada de buscona y que cuando la selección femenina de rugby gane un torneo internacional la noticia tendrá tanto eco como cuando lo gane el equipo masculino. Yo seguiré escribiendo historias de mujeres fuertes, porque por suerte estoy rodeado de ellas y son las que, cada día, logran inspirarme. Seguiré aprendiendo a corregir mis comportamientos machistas porque sí, todos los tenemos, hombres y mujeres. Y lo grave no es tener comportamientos machistas, es tenerlos, no querer verlos o reconocerlos y no querer cambiarlos. Yo los tengo, porque soy producto, como todos, de una sociedad machista. Pero quiero cambiarlos, quiero ser consciente de ellos y quiero corregirlos para conseguir una sociedad igualitaria.
“Tejedoras de almas” no es un libro para mujeres, es un libro para todos aquellos que quieran disfrutar de una historia de magia y fantasía y que he escrito desde lo más profundo de mi corazón. Tiene fallos, y seguramente habrá aspectos machistas, por lo que os pido encarecidamente que cualquier aspecto que consideréis desagradable me lo hagáis saber. Así aprenderé, y cuando siga escribiendo podré mejorar. “Tejedoras de almas” no es un libro para mujeres, pero sí es un libro en el que las mujeres, como en la vida, también tienen derecho a ser protagonistas.