NO PIENSES QUE TE CREÍ

NO PIENSES QUE TE CREÍ

Relato ERÓTICO

El sueño azul se cumplió.

A pesar de ser septiembre aún, el sol radiante alumbró una buena parte de la mañana. Quizás me alejé demasiado, pues la circulación era escasa como casi todos los días ya que por todas partes se nota la crisis. El gasóleo esta caro, pero me apetecía mucho darme un buen paseo conduciendo.

Aprovecho lo que queda de la espléndida mañana. Me paso por un centro comercial por si me gusta algo ya de nueva temporada. Siempre hay algo tentador, de manera que entré a probarme. -Cuando al salir del probador me encuentro a un antiguo compañero “muy conocido», que también trataba de comprarse una camisa y alguna otra prenda ya más otoñal. Nos saludamos y charlamos un rato mientras nos tomamos unas tapas, con un txakoli, de Guetaria. ¡¡Cómo nos gustaba a los dos, desde luego!!

Con el charloteo, se pasó el tiempo y para cuando salimos del centro comercial ya era más de media tarde.

Al ir al aparcamiento donde estaba el coche de él, nos encontramos con una muy desagradable sorpresa. La policía municipal le puso el cepo al coche por pasarse 2 horas del tiempo reglamentario.

Él se sentía nervioso por la circunstancia, llamço a su mujer que le respondió con la monumental bronca por lo del coche y la tardanza. ¡¡Nunca fue puntual!!

– Bueno, vamos, yo te llevo a tu casa. Después continuaré… solo son 12 kilómetros que atraso, pero no tengo prisa.

Él se ofreció para conducir mi coche. No acepte, solo le dije:

– Relájate y disfruta del paisaje.

Al coronar la cima del puerto, comenzó a ponerse oscuro. Además de ser tarde, se acercaba una tormenta con gran ventolera. Le noté nervioso y, sin preguntarle, giré el volante y paré a unos 50 metros en el único restaurante que teníamos cerca. Yo entré mientras él se quedo fuera, llamando por el móvil.

En unos instantes ya entró y me alertó del empeoramiento del tiempo.

-No, pasa nada, ¡charlamos un rato! – le dije.

-¿Descansamos y cenamos algo mientras pasa este temporal que empeora por momentos? – me contestó.

Yo acepté.

Entramos a la sala comedor donde había más gente y más que seguían entrando a refugiarse del temporal.

No fue un día muy normal para nosotros, ya que a poco de comenzar con los entrantes, estalló la tormenta que nos dejó a oscuras. La única luz que había, era el centelleo del relámpago, tan fuerte que nos sobresaltaba.

Solo se escuchaba el murmullo de la gente, algo confusos. Cosa que el personal del hotel quiso suavizar poniendo una música relajante y romántica, desde un viejo aparato a pilas.

Yo, con cada trueno, retorcía entre mis manos una servilleta que a veces me pasaba por las mejillas, quizás para disimular la situación. Las luces brillantes del relámpago continuaron mientras podíamos ver como las parejas se abrazaban para animarse. Él, me retiro la servilleta de las manos, bromeándome diciendo que la iba a romper y la tendríamos que pagar. Así sacamos unas risas, pero él no retiró su mano de encima de la mía mientras me miraba fijamente a la luz del relámpago.

Acercó su silla junto a mi para besarme, una y otra vez. En silencio tomaba mi cintura suavemente y continuaba besándome, susurrándome que le encantaban mis labios.

La situación no me dejo reaccionar y me deje querer. La música, sus manos protectoras que yo también sostenía; se las besaba pensando que el pecado sería menor que si le besaba en los labios. Su móvil sonó de nuevo y, sin mirarlo ni separar sus labios de los míos, lo colgó. Yo continué dejándome querer. Mientras sus manos me tocaban por todas partes, al llegar a mis senos nos estremecimos, como la fuerza del relámpago. Ardimos de pasión y nos llenamos de besos, de pálpito sin control. Palabras casi mudas, solo murmullos de placer. Sin mentirnos, sin te quieros. Con pasión desbordante, sus manos visitaron mi escondite al cuál nadie entraba desde hace muchos años atrás. Él lo sabía.

Yo le ayudé a cumplir con su visita, pasional. Sin pecado y sin resistencia. ¡¡Si la gloria existe, estábamos dentro!! Con la luz de cada relámpago colocaba su mano en mi boca. No sin susurrarme: Mmmm, me encantas, no sabes cuanto.

Su móvil sonaba; él lo cerraba. Continúo susurrando…

-Cómo me gustas, me siento enloquecer.

Yo callada y enloqueciendo.

Cada vez que quise hablar él me besaba con pasión y destreza y me susurraba:

– Sí, no digas nada, déjate querer.

La tormenta fastidiosa no paraba. El móvil…su móvil, continuó rinrineando.

Yo me sentí en las nubes. Esa noche fantasmal nos sirvió para recordar.

Pero yo, allí estaba, cumpliendo mi sueño azul en el silencio roto por algunos gemidos incontrolados de ambas partes.

Continuamos en la oscuridad…emborrachándonos de nuestras propias sales, de donde quiera que provinieran. Yo buscaba sus ojos y su boca, perdidos en aquel carnaval de pasión. Sí, un triste carnaval fueron nuestros 16 años sin hablarnos, sin amor, sin buscarnos, sin pasión…

La tormenta ceso. Al llegar la luz soltamos nuestras manos. Nos miramos, 16 años más tarde, se cumplió el sueño “azul” y nos dijimos adiós.

 

Hortensi Alcalá García

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