Las veladas en el parque de María Luisa desbordaban canciones, sones de guitarra y sueños momentáneos. Las tardes se convertían en noches irrepetibles, éramos la vehemente generación de buscadores, la juventud ansiosa dispuesta a pagar cualquier precio que nos abriese las puertas del paraíso durante tanto tiempo denegado.
Al igual que los vagabundos de Kerouac formábamos una ínfima multitud compuesta por músicos, poetas y muchachos, y chicas ansiosos de libertad siempre observados por los amistosos fantasmas de los espíritus libres que nos legó Sevilla.
De la novela, Fue en Sevilla.