Y T’estimo no es más que esto. Un amor desnudo. Sin parafernalias. Simple. Y la poesía no es más que un intento de encerrarlo. Es el marco que encierra una obra de arte, es el límite que busca coger el concepto del amor que descansa en las nubes y bajarlo a nuestros pies. Busca abarcarlo y acogerlo de solapa a solapa. Hacerse íntimo con él, hacerle todas las preguntas necesarias para poder entenderlo: ¿qué harías si fueras a morir mañana? ¿Y si fueras un río? ¿Tú me quieres? Y son precisamente las respuestas a estas preguntas las que han construido la obra, las que han ido hilando el recorrido que la conforman: «cómo un corazón conoce desde la más absoluta ignorancia el amor, cómo se aproxima temeroso a él, cómo lo desea primero con cierto reparo y más adelante con desesperación y cómo ve frustrado su deseo y busca recomponerse para no perder ese amor, que es, al fin y al cabo, el que lo mantiene vivo». Todo para alcanzar el amor después del amor, análogo casi al más allá aquella vida que se encuentra detrás de esta y mediante la muerte, un amor del que, en definitiva y como veremos, Bukowski no tenía ni puta idea.