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Recordando…

Preparando la presentación del libro me han venido a la cabeza anécdotas que me inspiraron para la historia. Pedacitos de vida que, en un momento dado, me hicieron suspirar. Cuando alguien pregunta «¿cuáles son tus fuentes de información, bibliografía, autores..?», suelo encoger los hombros y decir «la vida».

Hay personas sencillas llenas de un amor prodigioso y que, además, ni se dan cuenta de ello. Personas que te transmiten, ya sea con sus palabras o con sus actos, emociones tan bonitas que te sientes agradecida porque, por un momento, vuestros caminos se hayan cruzado.

Vivimos en una sociedad con prisa para todo. A veces, da la sensación de que estamos escapando de algo o de alguien. He llegado a pensar que escapamos de nosotros mismos, evitamos reconocernos, plantearnos si lo que hacemos nos llena, tiene sentido o preferiríamos otra cosa. Tememos a las respuestas que implicarían esas preguntas. Y, luego… luego, están ellas, esas personas que viven cada instante como si fuera un milagro, que lo acarician y lo desean, que parecen no tener miedo a nada ni siquiera a reconocer que aman y a quién aman.

Esto último podrá parecerles una tontería, pero lo cierto es que hemos pasado de una sociedad en la que el amor era pura supervivencia y la gente se unía y creaba familia por necesidad (salir de la pobreza y afianzar relaciones que les permitieran tener a un cuidador y a un sustentador), dejando el amor en segundo plano, a una sociedad donde éste se ve disfrazado de una toxicidad preocupante. Es divertido, dicen, poner celoso al otro o estar enfadados; es divertido que te controle porque eso quiere decir que te quiere; es divertido romper y volver y estar en conflictos eternos sinsentido… Junto a estos patrones, están los que piensan que si eso es lo que les espera, prefieren quedarse solos.

Y cuando todo esto se ve desde fuera, da la sensación de que las personas no sabemos amar.

No sabemos amar y estamos llenos de miedo.

Hasta que aparecen esas personas que te enseñan que el miedo es una pérdida de tiempo y somos seres finitos. No se engañen, no hay nadie eterno. Te enseñan que el miedo se alimenta del propio miedo, cuanto más crece él, menos te mueves tú… y dejas de arriesgarte. Te enseñan que amar es dejar que tu cuerpo sienta emociones incontrolables por alguien, que te llevan al deseo de cuidar, conocer y respetar al otro, independientemente de si es un sentimiento mutuo como no.

Así que, quedan dos opciones: dejarte llevar por el miedo o dejarte llevar por la locura.

Publicado en Blogs de autores

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