Creo es importante recalcar la importancia de nuestra juventud. Siempre, nos han contado un montón de mentiras. Mentiras, que sin importar nuestra edad, todos nos hemos creido. Comenzaré, por ende, hablando de la más común y quizá de ellas la más peligrosa. La que nos recalca que los monstruos no existen. Todos, cuándo fuimos niños nos quedamos en la habitación, mirando a ese montón de ropa que pensamos que podía ser un terrible y temible monstruo. Otras en cambio, mirabamos el armario, algunos incluso, debajo de su cama. Tratando de que se fuera. Pero hay algo que quizá no nos hayamos percatado, para ello os contaré la historia de Rocio:
Rocio, era una niña alegre de tan solo 9 años de edad. Pero a pesar de ese número tan pequeño, guardaba un gran secreto. En el cole, siempre la gustaba llevarse el mismo almuerzo. Un bocadillo de jamón braseado y queso. Además, su madre le enseño a cocinar pasteles y se llevaba un trocito pequeño con un brick de zumo de naranja. No podían estar mucho tiempo en casa y preferian que almorzara bien y luego comiese algo ligero. Entonces, llegó el día. Una compañera, Lucia, vió que ese día el pastel era diferente. Era de fresas. Se acercó a ella y se lo quitó. Sabía que comería poco así que peleo por su trocito de pastel con tan mala suerte que se acercó el profesor de conocimiento del medio quién pidio explicaciones. Lucia alegó que era su pastel y Rocio se lo intentó quitar. Antes de que Rocio pudiese decir la verdad fue llevada al despacho del director. La pusiseron su primer parte. Ante el temor que no la creyesen al llegar a casa escribio además, una nota explicando lo sucedido.
Esa noche, su madre, como era habitual, se acercó a darle las buenas noches con su padre. Pero algo cambió dijo que había un monstruo en su armario y si podía dormir con la luz encendida. A regañadientes accedió, pero en ese momento, en el salón, apareció la nota. Al leerla, la cara de su madre se volvio blanca como el hielo. Pero peor fue la de su padre, pues ellos sabían la verdad. Sabían que su hija sería incapaz de quitar comida. Y, lo peor de todo. Ella sabía cocinar pasteles y casualmente ese día, justo ese mismo día lo hizo de fresa.
Ambos discutieron posibles soluciones, la madre cogio el móvil,abrio el grupo de padres en WhatsApp y por privado le envió un mensaje diciendo que esperaban que esto no volviera a pasar. Ambos se abrazaron y lloraron, sabían lo que eso significaba.
Creo que el punto clave de esta historia radica en la importancia de saber identificar y luchar contra nuestros monstruos. Ya que se camuflan en los sitios donde menos los vemos, como nuestros miedos o incluso a veces, en nuestro dolor
Un comentario
Genial reflexión,sobre el bullying y sus consecuencias.