Acabo de abandonar la cama muy descansado, he tenido sueños agradables que no recuerdo. Lo importante es el sabor que han dejado dentro de mí, una sensación de pacífica bondad que rara vez experimento al despertar, señal de que mi salud mental es moderadamente adecuada.
La calor ha llegado para quedarse unos cuantos meses, vamos a entrar en junio y las temperaturas ya alcanzan los treinta y pico de grados. Yo, como siempre, me refugiaré en mi guarida donde lidiaré con la calina a fuerza de ventilador y agua mineral con gas.
Mi tristeza se ha marchado, los días y las tardes son amables, procuro pensar menos e idiotizarme más, es mi última línea de defensa contra las absurdidades que enfrento cada vez que me paro a observar a mi alrededor, de ahí mi nueva estrategia cuyo objetivo es alcanzar un nivel de idiotez no pernicioso, una vacuna con mínimos efectos secundarios contra la contagiosa estupidez que flota a nuestro alrededor desde que abrimos los ojos al mundo cada día.
Querido diario, si no fuera por ti no podría soportar tantos grises y oscuridades…