Pase usted. Y siéntese no es un libro de medicina, aunque en cada página se escuche el latido de un fonendoscopio. Tampoco es un tratado sobre la jubilación, aunque su autor escriba desde la trinchera tranquila de quien ha bajado por última vez la persiana del hospital. Es, más bien, un ejercicio de memoria íntima, una carta larga y sin sobresalto escrita por un médico que nunca aprendió a no sentir. José María Rivera Cívico se desnuda sin dramatismo y sin chaleco antibalas: habla del oficio como quien confiesa una fe, de sus errores como quien se absuelve a medias, y de sus pacientes como quien recuerda a la familia que uno elige.
Con un lenguaje cálido, afilado a veces por la nostalgia y otras por la ironía, construye un testimonio que mezcla crónica, autobiografía, homenaje y ajuste de cuentas. Aquí caben el humor y el duelo, el bisturí y el poema, el diagnóstico preciso y la duda perpetua. Porque ser médico, nos dice, no es otra cosa que aprender a perder con dignidad y ganar con humildad. Y escribir este libro es, quizás, su forma de seguir cuidando. Solo que ahora lo hace con palabras, esas píldoras que no curan, pero consuelan.
