En la novela Tiresias, el profeta desconocido (ExLibric, 2025) haynúcleos narrativos muy significativos caracterizados por el enfrentamiento del profeta Tiresias con personajes de gran transcendencia del mito griego. Es ejemplare el encuentro dialéctico con Antígona cuyo destino el profeta ya conoce: ha visto y sabe que la joven perderá la vida por mano del tío Creonte. Por ello, la insta a huir y a no transgredir el edicto del rey. Antígona explica: “Con este puñado de tierra y polvo rindo honores fúnebres a mi hermano, que por su valentía y su muerte heroica nunca será un traidor a Tebas.” Tiresias a su vez precisa: “¿Te das cuenta de que lo que estás haciendo no tiene algún efecto sobre la vida? Son ideas y son creencias. Tienes que ir hacia la realidad.” (Pág. 120)
Sin embargo Antígona cree en el valor universal y divino del respeto a los muertos, que jamás puede estar condicionado por leyes humanas. El culto de los muertos está inscrito en la conciencia de cada uno de nosotros. (Pág. 118)
Para Tiresias, en cambio, esta convicción hace parte del condicionamiento de la cultura y de las ideas que llevan al fanatismo y al dogmatismo. Por lo tanto “¿Cómo es posible el libre albedrío si actuamos dentro de una cultura que nos condiciona y no permite pensar libremente?” (Pág.118) Para evitar una muerte atroz lo más útil es huir, eludir la venganza de Creonte. De otro modo, ¿para qué tomar una decisión que solo conduce al daño y no aporta ningún beneficio para uno mismo, para la propia individualidad?
Antígona estalla: el acto es “para el bien de los demás, de la comunidad, de la humanidad. Se llama altruismo, como debe ser la política, una acción para la afirmación de valores universales que defiendan la dignidad humana.” (Pág.119)
Para Tiresias, los valores individuales no pueden ser sacrificados. Tienen más importancia que los colectivos: la vida es única e irrepetible, y debe ser salvaguardada y protegida. No es aceptable, como afirma Antígona, que existan momentos en los que deban prevalecer los valores colectivos, incluso a costa de los personales y de la propia vida.
Como se puede observar estas son dos visiones de la vida inconciliables y que han marcado la historia de la humanidad: una visión individualista y utilitarista representada por Tiresias, y otra altruista, orientada a defender el bien común y la comunidad, representada por Antígona. La primera visión ha sido siempre etiquetada como egoísta,la segunda, por excederse, ha sido acusada de fomentar el fanatismo y el dogmatismo.
Este tema encuentra una interesante reflexión en otra de mis novelas Un lugar en el caos (ExLibric, 2024), donde el protagonista, volcado al psicoanálisis, defiende su psique adoptando un enfoque individualista. Esta es su oración: “Toda construcción social que olvide el interés privado de cada uno, sus necesidades, sus derechos, como el derecho a la vida personal, a los deseos y a la felicidad, es una violación de la dignidad humana. Dejemos los intereses colectivos que sirven para defender a un grupo a menudo no identificado. Dejemos los falsos principios superiores, en nombre de los cuales se sacrifican los individuos, favoreciendo el dogmatismo y el fanatismo. ¡Vamos! Pongamos fin al heroísmo y a los grandes ideales que conducen a sacrificios absurdos. Demos rienda suelta a nuestras pasiones y comprometámonos con una juventud perenne. Cambiemos un destino falsamente altruista.” (Un lugar en el caos, pág. 117)
Estas son las ideas que Tiresias plantea en sus discursos cada vez que se dispone a guiar a quienes piden su ayuda de profeta. El suyo es un punto de vista particular que siempre ofrece una vía de escape, una salvación que nos libera de la abstracción de los valores generales y nos impulsa a dirigir la mirada hacia los echos concretos, que constituyen el bien físico del propio cuerpo. Sólo así se puede vencer al destino y, quizás, ejercer parcialmente el libre albedrío.
Con Antígona estamos en un planeta completamente diferente. Ella es el icono del compromiso humano por la dignidad de las personas y por no someterse a la violencia de los prepotentes. Representa a todos los que están dispuestos a pagar con su vida el compromiso con los demás. Creen en la solidaridad, en la ayuda a los más débiles, no toleran la injusticia y están listos para actuar con la esperanza de cambiar el mundo. Es una visión altruista muy valorada por la opinión común, al punto de que quien no está de acuerdo suele ser juzgado como egoísta e individualista. Normalmente, estas personas son criticadas negativamente y rechazadas. Es lo que ocurre en la novela citada Un lugar en el caos, donde al protagonista, defensor de ideas individualistas, es ridiculizado por su esposa, que lleva la máscara de psicoanalista, con estas palabras: “Al fin y al cabo, quieres erigirte defensor de una nueva revolución, la del pasotismo.”(Un lugar en el caos, pág. 118)
Sin embargo la solidaridad es un valor fundamental que pertenece a la especificidad de todos los seres vivos. El problema surge cuando, ante los grandes ideales, se pierde de vista la realidad, al punto de estar dispuesto a matar y causar daños a otros por fanatismo, creyendo ciegamente que se está contribuyendo al cambio del mundo. La historia nos lo ha enseñado muchas veces.
Y es un baño de realismo lo que intenta ofrecer Tiresias en su enfrentamiento con Antígona, aunque sin éxito, como ocurre en cada una de sus intervenciones proféticas.
