Hay recuerdos que no mueren, aunque el tiempo intente marchitarlos. Inmortales no es solo la historia de un amor, es la confesión desnuda de alguien que aprendió a perder, a caer y a levantarse con cicatrices que nunca terminan de cerrar. Es la memoria convertida en refugio, el dolor transformado en belleza y la certeza de que incluso lo que se rompe puede seguir brillando en lo más hondo.
Entre páginas cargadas de ternura, Pol Martín Vergés escribe con una delicadeza que corta y acaricia al mismo tiempo. Su voz rescata la pureza de los gestos cotidianos —un abrazo, un silencio, una canción cantada al oído— y los convierte en huellas eternas. Cada capítulo late como una herida abierta, pero también como un recordatorio de que amar hasta desbordarse es la forma más humana de existir.
Este libro es un mapa de lo vivido, de lo que ya no está y de lo que permanece en lo invisible. Es para quienes alguna vez amaron sin miedo, para quienes sintieron que el mundo podía derrumbarse y aun así encontraron belleza en medio de los escombros. Inmortales nos recuerda que el olvido no existe; solo aprendemos a caminar con los recuerdos que deciden quedarse.
