«Escribo desde la herida, pero mis palabras sanan.»
A veces me pregunto por qué escribo. No siempre tengo la respuesta clara, solo sé que escribo porque siento demasiado. Porque hay un desborde en el alma que necesita canalizarse, una intensidad que no cabe en el cuerpo. Escribo para no olvidar, para honrar, para amar aún cuando ya no se puede tocar.
Mis palabras nacen muchas veces desde la herida, pero no se quedan ahí. Las dejo salir como quien abre una ventana después de una tormenta. Las dejo respirar. Porque cuando escribo, algo se acomoda dentro mío. Algo encuentra sentido, incluso en medio del caos.
Cada historia, cada verso, es un intento de traducir lo invisible: el amor que permanece, la ausencia que duele. Escribir no me salva del dolor, pero me permite convivir con él sin dejar que me consuma. Es, en definitiva, una forma de sanar.
Y si lo que escribo puede tocar el alma de otro, aunque sea por un instante, entonces todo tiene aún más sentido.
Gracias queridos lectores por leerme.